O g N L e O
R a i L r
Un personaje típico de los barrios de Santiago era el organillero. Se lo veía pasar con la pesada caja del organillo cargada en la espalda, bien agarrada de la ancha correa que le cruzaba el pecho. En una mano llevaba la jaula con el lorito amaestrado, y en la otra el manojo de elásticos desde donde colgaban pelotas de aserrín forradas con papeles de vivos colores.
En Chile, los organilleros fueron reconocidos recientemente como "Tesoros Humanos Vivos" ya que representan la supervivencia de una actividad urbana que ha logrado integrarse y permanecer en la vida moderna.
Los organilleros tienen más de 100 años de oficio en Chile, pero recién en 2011 se organizaron como una Corporación Cultural con el fin de lograr una apreciación y valoración social del oficio.

C i C i e O
H n H N r
La historia de estos personajes se remonta a la década de 1920 cuando Lázaro Kaplán comenzó con la práctica que, en un comienzo, tenía como principal función acompañar la música de los organilleros. Armado con un gran bombo en su espalda, una vara en cada una de sus manos y los clásicos platillos en la parte superior del bombo, este personaje comenzó a hacer sonar su instrumento al compás del fox trot y la cueca, pero sin el tradicional baile con el que lo asociamos actualmente.
Los años pasaron y esta práctica comenzó a ser asimilada por otros artistas de la zona central, pero no fue sino hasta la década de 1930 que los chinchineros incorporaron las cualidades con las que se le conoce hoy en día.
